Todos hemos tenido un niño al lado que no se cansa de repetir la misma canción mil veces.
La misma película trescientas mil veces y el mismo cuento un millón de veces. Y te has planteado alguna vez, ¿por qué?
¿Era yo de pequeño tan pesado con las repeticiones? Pues sí, y es que la manera del cerebro de funcionar cuando somos pequeños es a través de la repetición.
Repetir y repetir
Esta manera de procesar la información es la que nos ayuda a entender el mundo cuando tenemos una corta edad. Por eso, no solamente nos ayuda a aprender cognitivamente. También mejora nuestras habilidades prácticas y físicas. Ése es el motivo de que tengan unos juegos del recreo favoritos, les guste ir paseando por un determinado recorrido… Repetir les da seguridad, y es normal.
¿A quién le gusta la incertidumbre?
Nosotros, los adultos, nos ponemos nerviosos hasta cuando no sabemos si vamos a continuar en el trabajo o vamos a salir a unas largas vacaciones. Nos tensamos de sólo pensar que no sabemos qué es lo que tendremos que hacer para sentirnos mejor. O incluso, en muchas ocasiones, no soportamos la idea de pensar que pasará cuando esa relación amorosa de tantos años se corte. Pues imagínate un niño.
Para un niño, nada es seguro. Todo es cambiante y modificable por los adultos. Incluso la primera vez que ven una película, todo es incertidumbre. No saben qué ocurrirá. No entienden muchas cosas de las que ocurre y por eso están tan expectantes o incluso pueden aburrirse. Sin embargo, casi siempre quieren volver a verla. La segunda vez, ya entienden algo más que previamente su cerebro no había podido procesar. La tercera vez, incluso puede que comprendan los “cambios de mundo” que ocurren en la película de Vaiana. Y así sucesivamente. Cada reproducción hará que se convierta en algo más seguro y predecible para ellos. Y eso le causa una seguridad tremenda.
De hecho, “está estudiado que la repetición literal – ver el mismo contenido una y otra vez – mejora la comprensión y el aprendizaje. Por eso, con niños más pequeños, la repetición no hace que la atención decaiga, sino que está demostrado que aumenta la participación de la audiencia”.
Por eso, para muchos niños aprenderse la canción de Pocoyo, o de la Patrulla Canina, es todo un éxito que quieren disfrutar repitiendo una y otra vez.
Werter, otra vez, contaba que “para los niños pequeños, hacer predicciones correctas es la muestra definitiva de habilidad. Dado que la vida es bastante impredecible para ellos, se sienten especialmente competentes al poder anticipar lo que sucede a continuación”.
Por eso, presumen delante de sus iguales, porque un niño que sabe lo que ocurrirá, delante de otro niño de su misma edad y dominio, será como un semi-dios.
¿Y qué nos pasa cuando nos hacemos mayores?
Pues que ya sabemos como funciona el mundo. La diversión ha llegado a su fin. Y lo podemos representar claramente con la música: un niño puede escuchar en bucle una misma canción, nosotros la primera vez la analizamos, la segunda la disfrutamos (y segregamos mucha dopamina – la hormona de la felicidad) y la tercera la tenemos aborrecida. Nuestra felicidad se gasta.
Sin embargo, siempre nos queda algo de cuando éramos niños. Por ejemplo, el éxito de la película de Star Wars: Episodio VII, estuvo más asociado a la nostalgia que nos genera, que a nuestro interés por ver a personas peleando con un palo de luz.
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