Al llegar la adolescencia, la relación padres e hijos, suele venir acompañada de un cambio en esta. La mayoría de los padres se quejan de que sus hijos no les escuchan como antes, de que no les hacen caso, que no cumplen sus normas, que tienen cambios de humor constantes, etc. Y los hijos a su vez, se suelen quejar de que sus padres no les entienden.
Para que la vida en casa no se convierta en una batalla campal, te proponemos las siguientes pautas para mejorar la relación.
Enfatiza lo positivo
Si queremos que nuestros hijos crezcan confiando en sí mismos y generar un ambiente de confianza lo mejor es que inclinemos la balanza hacia lo positivo. La cantidad de veces en que hablamos en estos términos y la intensidad que le pongamos reflejará el tipo de información que recibirán nuestros hijos de nosotros. No se trata de no mencionar lo negativo, sino de procurar hacerlo de una forma equilibrada y reconocerles y reforzarles por todo aquello que hagan bien.
Sé oportuno
Hay que elegir bien el momento en el que se quiere hacer una crítica, tener una conversación seria o hacer una broma. En una etapa en la que los amigos empiezan a tener tanta importancia, realizar según qué bromas delante de ellos puede tomarse como un ataque hacia él.
Sé concreto y breve
No hay que machacar. Por mucho que expliquemos una cosa no significa que lo vayan a entender mejor. Explicar clara y concretamente qué ha estado mal, por qué y cómo se tiene que hacer ayudará a identificar qué hay que corregir y de qué forma.
Pon normas y límites
Son indispensables. La forma de aprender a ser responsables vendrá de que se hagan cargo de que sus actos tienen consecuencias. Reforzar lo positivo y aplicar consecuencias en lo negativo, eliminará la presión de ser los padres los que deciden constantemente castigar o no, dejando eso en manos de las normas ya pactadas. Si no afrontan una consecuencia, nada les enseñará a cambiar su comportamiento.
Sé su modelo
Inicialmente aprendemos por imitación, por lo que tu ejemplo les dará un espejo donde mirarse para saber cómo actuar y qué es correcto y qué no. Además, si pides algo que tú no haces, perderás credibilidad.