Las manías son algo normal. Algo que sabemos que vamos adquiriendo conforme vamos envejeciendo. Pero también es bastante habitual que los niños tengan sus propios rituales. ¿Quién no ha jugado de niño a no pisar las rayas en el suelo? ¿o no poner el pie en el suelo de color rojo? Creo que prácticamente todos lo habremos vivido, o lo hemos visto en algún pequeño que tengamos cerca.
Tener costumbres o rituales, es algo que forma parte de nuestro día a día. Y a nosotros, los adultos, también nos pasa, si existe un tema que nos preocupa, podemos llegar a dedicarle muchas horas en nuestro día pensándolo, buscando la manera de resolver un problema o de alcanzar aquello que tanto anhelamos.
A los niños les pasa más o menos algo parecido. Sabemos que a los niños les asaltan ideas fijas o habititos, como por ejemplo, una película que necesitan ver 20 veces, cómo una canción que no paran de cantar, no pisar las líneas blancas del paso de cebra…. Y esto es habitual.
El problema viene cuando los niños piensan que si no ven una película 20 veces, algo horrible ocurrirá. Que si dejan de cantar esa canción que tienen en mente, a sus padres les pasará algo muy malo.
Pero seguro que si contamos la historia de una niña, Josefina, me puedo explicar mejor. Josefina era una niña de 8 años, que estaba muy preocupada por si le ocurriera algo malo a su familia. ¿Todo normal hasta ahí, no? Por que… ¿quién no se preocupa por su familia? El problema vino cuando Josefina comenzó a bajar las notas del colegio. Ella siempre había sido una muy buena alumna, pero desde hacia un tiempo no le daba tiempo de hacer su tarea con normalidad, ya que tenia que hacer “sus cosas” (pedirle a su madre que comprobara que los grifos de la casa estaban cerrados). Esto había hecho que Josefina no quisiera ir a clase, porque sus compañeros también se reían de ella, llamándola “loca”, porque tenia que comprobar si los grifos estaban cerrados todo el rato. Hasta los profesores se habían enfadado con Josefina, porque consideraban que su manía estaba siendo excesiva, al igual que otros miedos y “tonterías” que le comentaron los profesores a los padres. Ningún familiar se quiere quedar con Josefina, ni los abuelos, ni los padres, porque tienen que estar todo el rato pendientes de los grifos y si no lo hacían entraba en una rabieta monumental.
¿Qué le pasaba a Josefina?
Josefina había comenzado a preocuparse por su familia, y había comenzado a sentirse muy mal, una ansiedad muy grande se había apoderado de ella. Hasta que descubrió que si le pedía a sus padres que comprobaran los grifos, ella se sentía mejor, aliviada, su ansiedad se iba un poquito. Es decir, el que sus padres o ella misma (cuando no estaban sus padres o adultos presentes) comprobaran los grifos hacía que ella se sintiera mejor. Pero cuando sus padres no podían realizarlo, porque estaban en el supermercado, en un restaurante o en casa de unos amigos, ella estallaba en cólera.
Cuando Josefina acudió a la consulta psicológica, después de una evaluación detallada, se diagnosticó el trastorno obsesivo compulsivo, comúnmente conocido como TOC.
El trastorno obsesivo compulsivo se caracteriza por la presencia de obsesiones y/o compulsiones que ocurren a menudo y que repercuten negativamente al niño, la familia, la escuela y/o las relaciones sociales, por ejemplo, consumen varias horas al día desatendiendo las tareas escolares o exigen a los padres que participen.
Las obsesiones son ideas o pensamientos, impulsos o imágenes, recurrentes, persistentes, intrusos, inquietantes e indeseados, que causan ansiedad intensa y que el niño intenta ignorar, suprimir o neutralizar con otro pensamiento o acción, por ejemplo, realizando una compulsión (en el caso de Josefina, comprobando que los grifos estaban cerrados).
Las compulsiones son acciones manifiestas como lavarse las manos para evitar contagiarse, revisar una y otra vez los deberes del colegio para asegurarse de que están bien u ordenar la mesa de estudio, o encubiertas como rezar, contar o repetir mentalmente palabras, que el niño se ve obligado a realizar en respuesta a una obsesión o siguiendo normas rígidas con el fin de reducir la ansiedad o alguna situación espantosa, aunque la relación entre las acciones y los acontecimientos horribles que pretenden prevenir sea poco realista o claramente excesiva. Algunos niños, sobre todo los más pequeños, no saben explicar las razones por las que llevan a cabo las compulsiones.
Sabemos que la ayuda de los padres es esencial en este problema, por eso la terapia ayuda a los padres a gestionar esta situación y al niño se le otorgan herramientas, llamadas superpoderes, para poder hacerle frente. La terapia psicológica en estos casos es la más recomendada. Por lo que si crees que tu hijo puede estar sufriendo este problema o otro parecido, no dudes en contactarnos. Somos expertos en ayudarte a resolver tus problemas.
*Caso inspirado en el libro El trastorno obsesivo-compulsivo en niños y adolescentes de Ana Isabel Rosa Alcázar y José Olivares Rodríguez, editorial Pirámide. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.