La tristeza es una de esas emociones mal llamadas negativas de las que casi todo el mundo quiere huir. Nos trae consigo una ola de frío que nos hiela por dentro y nos paraliza. Nos quita las ganas de movernos y nos oscurece la vista con pensamientos cargados de negatividad. Estar triste es algo desagradable y dolorosa, y a veces se experimenta con una sensación de vacío interior o con culpa.
Entonces, ¿por qué hemos dicho que es una emoción mal llamada negativa?
Todos sentimos tristeza. Nos acompaña desde que nacemos y lo lleva haciendo desde que somos especie. ¿Hay algún motivo para que siga con nosotros? La respuesta es sí, y es que aunque es una de las emociones más incomprendidas e indeseadas, la función que cumple es importantísima y necesaria en nuestra vida. Ya lo adelantaba la maravillosa película de Pixar, “Inside Out” (Del Revés en español), donde Tristeza acaba recuperando el papel protagónico que le corresponde, siendo la única en ponerle remedio a la situación. Pues bien, ¿cuál es su papel exactamente?
Las funciones de la tristeza:
Hemos dicho que es una emoción desagradable y de eso no hay duda. Vamos a ver entonces, por qué a pesar de ello es tan necesaria:
- La tristeza es una llamada de socorro: Es su principal función social. Cuando interpretamos que alguien está triste, vamos en su ayuda. Y esto aumenta la cohesión social.
- La tristeza es reflexiva. Cuando estamos tristes dejamos de lado cuestiones más relevantes para atender aquello que nos está causando dolor, nos ayudar a reflexionar para identificar qué pasa y poner solución, realizando los ajustes necesarios para recomponernos y volver de nuevo a nuestro día a día.
Hay que tener especial cuidado con esta última función, y es que cuando pasamos de reflexionar para poner solución a centrarnos completamente en la tristeza, desatendiendo todo por completo y dejando de hacer cosas, aparecen los verdaderos problemas. La tristeza es desagradable, pero no es realmente negativa. El riesgo existe con lo que hacemos con ella. Especialmente, si lo que queremos hacer es huir, evitándola a toda costa.
¿Qué ocurre si dejo de hacer cosas porque me siento triste?
Si estando tristes dejamos de tener actividad, esta falta de actividad nos llevará a una situación en la que la falta de ocio y movimiento serán perfectos para un vacío en nuestra rutina que los pensamientos negativos de la tristeza esperarán con ansias para agrandarse. Y, como te sentirás peor, menos ganas te darán de hacer cosas, y si haces menos cosas, te sentirás peor. Se abre entonces el bucle llamado “ciclo letárgico”, en el que la inactividad lleva a un mayor aislamiento y este a una mayor tristeza. ¿El antídoto? No huir de la tristeza y seguir haciendo cosas a pesar de ella. Sabemos que es lo que menos apetece, pero no es lo mismo escuchar a la tristeza que dejarse arrastrar por ella.
Así que para nadar a contracorriente, créate una rutina y no desatiendas lo más básico: dormir, comer y asearte. Rodéate de tus seres queridos y haz actividades agradables que aunque ahora no te hagan sentir tan bien, comprobarás como después de hacerlas no te sientes tan mal como antes.
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