Hasta hace relativamente poco, tanto la depresión infantil como la depresión en adolescentes, han sido ignoradas. Esto puede haber ocurrido porque a nivel social se tiene la idea preconcebida de que los más jóvenes no tienen preocupaciones “serias”, carecen de responsabilidades y por tanto también de problemas; pero ¿es realmente cierto? 

Durante muchos años, incluso en la comunidad científica se asumía el mito de la “infancia feliz”, lo que dificultó la detección rápida de este trastorno. A día de hoy, la depresión infantil ya se considera un problema psicológico complejo, cuyas características son principalmente, estado de ánimo irritable y/o disfórico, desmotivación y disminución de la conducta instrumental adaptativa. La Organización Mundial de la Salud (WHO, 2017a, 2018) afirmó que la depresión constituye un problema de salud pública, siendo la primera causa de discapacidad en el mundo. Y estiman que aproximadamente unos 300 millones de personas viven con depresión y un 3% de la población infantil la sufre.